sábado, 16 de enero de 2010

El plan de 11 años

El plan de 11 años

El Plan para el Mejoramiento y la Expansión de la Educación Primaria, mejor conocido como Plan de Once Años, fue parte de la política educativa federal del entonces presidente Licenciado Adolfo López Mateos (1958-1964).
Ante la imposibilidad de formular un plan general que abarcara todos los ciclos del sistema educativo, se decidió atacar el problema desde sus inicios. La Comisión presentó una propuesta: el Plan Nacional de Expansión y Mejoramiento de la Enseñanza Primaria cuyo propósito era garantizar, en un plazo de once años, la enseñanza elemental a todos los niños entre los 6 y los 14 años que tuvieran posibilidad efectiva de asistir a la escuela y no la recibieran por falta de aulas, de grados escolares, de maestros o por cualquiera otra razón de orden escolar. La realización de este ambicioso proyecto implicaba dos acciones complementarias: por una parte, aumentar en todos los rincones del país las oportunidades de inscripción, y por otra, establecer los grados superiores en aquellos establecimientos que carecieran de ellos de tal suerte que en un lapso de once años, pudieran ofrecerse las instalaciones y servicios necesarios para satisfacer la demanda real existente en todos los grados escolares. Así, tratando de esquivar los vaivenes políticos, el Plan de Once Años representó el primer intento en México por planificar la educación a largo plazo.
Ciertamente este proyecto no era la solución definitiva a la demanda cuantitativa de la educación primaria pero era una determinación realista aunque también más difícil de precisar.
Ciertamente el proyecto, a pesar de haber analizado múltiples factores, había partido de una base poco confiable. Sin embargo, Torres Bodet había decidido seguir adelante.
El Plan de Once Años fue aprobado el 1 de diciembre de 1959. Los trabajos se iniciaron de inmediato. La Comisión afirmó que la realización de este proyecto "estaba dentro de las posibilidades técnicas de la SEP" y "no plantearía al país problemas financieros insolubres" aunque obviamente se requería de una cuantiosa erogación de carácter extraordinario -aproximadamente un total de 9,000 millones de pesos en base a los costos y salarios de 1959-. Las autoridades decidieron estudiar la manera de distribuir la carga para que no quedara únicamente concentrada en el presupuesto federal sino que pudiera contarse también con la colaboración estatal y privada, propósito que a la larga tuvo escasos resultados. Asimismo, un órgano permanente fue creado con el propósito de vigilar el progreso del plan y rectificar, periódicamente, los datos que no había sido posible prever con anterioridad.
El Plan de Once Años continuó su marcha, aunque no con el mismo vigor, bajo la administración de Gustavo Díaz Ordaz. Un presupuesto menor afectó el programa. En 1970, año en que debería de concluir el proyecto, no había sido posible alcanzar las metas. Se había partido de datos que no correspondían exactamente a la realidad. La explosión demográfica había sobrepasado todos los cálculos y la meta se había hecho más lejana: el problema de la eficiencia del sistema en este nivel, continuaba y las diferencias educativas entre el medio rural y el urbano persistía: de cada diez alumnos que el sistema lograba mantener hasta sexto grado, 9 eran urbanos y sólo uno rural.
Pese a todas las deficiencias sufridas, los resultados del Plan de Once Años eran trascendentes. Con este esfuerzo, a mediados de los años setenta, México había logrado una notable expansión del sistema educativo nacional para integrarse, con paso firme, a un mundo en constante proceso de modernización.

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