Entrando en materia preguntemos: ¿Qué quiere decir Laico?
El término “laico” tiene dos sentidos. El primero indica un Estado que no privilegia ninguna religión o concepción de vida, que confiere derechos y establece la igualdad para todos los ciudadanos, independientemente de sus convicciones filosóficas.
El segundo sentido indica a las personas o grupos para los que la libertad de juicio, incluso en lo relativo a la religión y la tolerancia, constituye fines fundamentales. Hablamos, desde luego, de objetivos o de valores no confesionales.
La laicización de la sociedad procura que la vida pública sea independiente de ordenanzas religiosas. A este respecto, convendría destacar algunos procesos de laicización: tales como el derecho al divorcio, a la creación de escuelas y de hospitales públicos y la abolición de condenas que afectaban a los no creyentes, etc.
El laicismo no es antirreligioso; por el contrario, constituye el único medio para garantizar a cada uno el respeto real a sus convicciones religiosas o filosóficas.
Definamos este término:
¿Qué es, en una primera mirada, el laicismo? Antes que nada un concepto político. Un Estado “laico”, en el sentido más amplio del término, que no privilegia ninguna religión ni concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todos, dentro de ciertos límites.
La función laica del Estado, en su prístino sentido tiene como fundamento una visión según la cual, en lo que concierne a pautas de vida, la coerción política es radicalmente ilegítima, proclamando de este modo la autonomía de la conciencia.
Algunos definen el laicismo como el “derecho que tiene el hombre a desarrollar sus facultades libre de toda influencia clerical”. Para otros, “es toda actividad humana exenta de influencia religiosa”. Se entiende también al laicismo como la doctrina que defiende la independencia de la conciencia del hombre, para emanciparlo de la imposición de criterios filosóficos, religiosos y políticos de carácter absoluto. Igualmente, se le define como el tolerante respeto por el pensamiento y la conducta individual, admitiendo, en consecuencia, la diversidad dentro de la libertad. Pero en nuestro concepto, sería una definición más completa: “Laicismo es una aspiración hacia lo verdadero, lo bello, el bien, la tendencia a adherirse a una perfección siempre más grande en el dominio de cada individuo, en la pequeña esfera de su vida, en su conducta con respecto a los seres, las cosas y las ideas”.
Etimológicamente, el término deriva de la voz griega “Laos”, que significa pueblo, de donde se deduce que el laico es aquel que no desempeña cargo eclesiástico, es decir, es el hombre del pueblo, por eso la iglesia católica usa el término laico para indicar a los que tienen la simple categoría de prosélitos o fieles.
Puede entenderse además, el concepto de laicismo como el derecho del hombre para desarrollar sus facultades libre de influencia clerical, lo que es una abierta censura al “clericalismo”, entendido como la incidencia determinante del clero en los asuntos de gobierno, la acción política y la educación.
Para el laicismo, el principio de laicidad, significa que las reglas religiosas no tienen ningún valor civil y que el brazo secular no interviene para asegurar su cumplimiento.
Una iglesia es una agrupación de personas que está regida por leyes y la iglesia católica ha reunido las suyas en un código.
Pero, el principio de laicidad tiene otro sentido más profundo, especialmente desarrollado en Europa a principios del siglo XX, y que significa que es necesario eliminar toda influencia de la religión en la creación del derecho. Una iglesia representa una fuerza social poderosa, por el número de fieles, la solidez de la agrupación, la autoridad de los jefes, la firmeza de la doctrina, la facilidad de la propaganda.
En consecuencia, basta que la regla de moral religiosa pueda revestir la forma jurídica para que la fuerza de la creencia religiosa se imponga a todos.
Esta ideología laica se denomina “anticlericalismo”. Pero la expresión disimula su sentido. No se trata solamente de resistir al poder de los clérigos, sino de destruir en los espíritus el sentimiento religioso o por lo menos reducirlo a una creencia personal sin fuerza social.
El anticlericalismo tiene una segunda etapa, que se revela tras el raspado, pero llevado todavía más lejos, la destrucción de la iglesia aparece como el objetivo más hondo, y ella misma conduce al objetivo supremo: la destrucción de la idea.
En nuestro país, en verdad el laicismo es una de esas nociones que, sometida a varios rasguños, hacen aparecer sentidos progresivos; así, la laicidad, no es una concepción, sino un hecho, una situación dada, correspondiendo a un estado de espíritu, el laicismo.
SENTIR DEMOCRATICO Y TOLERANTE
En un primer sentido, la idea laica se presenta como sinónimo de neutralidad tolerante, hasta benévola en materia religiosa, y es, por tanto, un sentir en que la democracia y la tolerancia adquieren su máxima expresión, no condena ninguna idea o sentimiento religioso y combate con fuerza al intolerante que intenta imponer su idea perturbando la libertad de conciencia de los demás.
Para lo que así creían, la pérdida de Roma y del poder temporal de los Papas, significaba también el canto de agonía para la religión misma. Para todos, el mito del Progreso aparecía como gran Certidumbre: la Ciencia destruiría la impostura.
Algunos, llegaron a rechazar la fe en lo sobrenatural y a negar la divinidad de Cristo y veían a la religión como una transición, destinada a preparar el camino de la futura religión del Progreso, a la cual le esperaba un maravilloso porvenir, en el que el hombre sería liberado por fin de sus cadenas, creencia de una pureza de intención igual a su ceguera crítica.
El laico no es un creyente ni un antirreligioso. La religiosidad es un sentir humano y debe ser respetada. Gran parte de los seres sienten la religiosidad; otros han llegado a la conclusión que Dios no existe, las dificultades comienzan cuando las organizaciones religiosas se arrogan la verdad y aparecen los fanáticos que cegados por el dogma combaten con dureza a todos los que se oponen a sus designios infalibles.
Si entre los preceptos de nuestra Constitución hay alguno que implique desconocimiento de los derechos de los católicos para la profesión de sus ideas y práctica de sus principios, hay que cambiarlo.
Una razón de orden general, y apuntada, lo impone así: que no puede ser el católico de peor condición que el mahometano, que el budista, que el protestante. A todos, por igual, hay que reconocerles el derecho a la libre profesión de sus creencias, y opiniones en materia religiosa.
En su fundamento, laicismo es sentir democrático y tolerante, pues no combate ninguna idea o sentimiento religioso, los respeta y los deja al dominio exclusivo de las conciencias; pero si, señala el peligro que significa la intolerancia religiosa, combatiéndola, porque ésta, muchas veces, en situación privilegiada, especula con las conciencias timoratas y crea un estado dentro de otro estado.
Concluyo que el laicismo involucra la idea de libre examen, el derecho que tiene el hombre de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades. Es la rebelión de la razón ante imposición del dogma.
Porque el dogma se ha valido de la ignorancia para precipitar a la humanidad en el abismo de lo sobrenatural, conduciéndola y subordinándola a sus propios intereses.
CONTENDO ETICO
Mis muy queridas amigas y amigos:
Quiero expresar mis sentimientos sobre este tan importante contenido ético.
Pienso, siento, exalto el valor del laicismo, que es consustancial a la liberad de espíritu. Propugno el libre examen, el derecho que tiene todo ser de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades, lo que es la rebelión de la razón ante la imposición del dogma.
Siento que el ideal de libertad es laico, porque le da a cada uno la posibilidad de seguir y profesar las ideas que su propia razón le dicta.
Que el ideal de igualdad es laico, porque la razón rechaza toda clasificación de los hombres en categorías que no sean las de la inteligencia, la de la capacidad de trabajo, la del valor moral, categorías establecidas por la razón.
Vivo el ideal de Fraternidad que es laico, porque significa la aceptación de la libertad ajena y de la igualdad de los demás respecto de uno mismo.
Vivo el ideal laico que es espíritu de progreso, de curiosidad que va siempre a la vanguardia, porque él no es retenido por traba alguna, no existe un objeto tabú, ni una ignorancia digna de veneración; todo es materia de estudio, de búsqueda, de profundización. El ideal laico permite a los hombres sondear cada vez más profundo en lo desconocido y hacer descubrimientos útiles a la Ciencia y a la Humanidad.
El laicismo me fija el deber de combatir la bajeza, la vulgaridad y de dispensar a todos, sin exceptuar a los desheredados, las emociones estéticas más delicadas y puras. Y me exige levantar al pueblo hacia el arte y no el arte bajado hasta el pueblo.
El laicismo me ofrece mi desarrollo cultural, psíquico y moral, basado en la libertad de pensamiento y me plantea como hombre del ideal, para mi salud espiritual, el deber de practicar el arte real, el trabajo de pensar con el propósito de buscar la verdad rechazando la fácil formula de aceptar verdades ajenas, porque pueden ser dogmas que harían de mí, ser esclavo del ser de otros hombres, desperdiciando así la opción que me ofrece la vida para mi realización.
Expreso, con fervor interior, que soy laico y que venero los principios de libertad, igualdad y fraternidad y todos aquellos que hacen al hombre mis hermanos y me permite caminar junto a ellos el camino de la libertad del espíritu, conjugando el libre examen como derecho inalienable del hombre.
El término “laico” tiene dos sentidos. El primero indica un Estado que no privilegia ninguna religión o concepción de vida, que confiere derechos y establece la igualdad para todos los ciudadanos, independientemente de sus convicciones filosóficas.
El segundo sentido indica a las personas o grupos para los que la libertad de juicio, incluso en lo relativo a la religión y la tolerancia, constituye fines fundamentales. Hablamos, desde luego, de objetivos o de valores no confesionales.
La laicización de la sociedad procura que la vida pública sea independiente de ordenanzas religiosas. A este respecto, convendría destacar algunos procesos de laicización: tales como el derecho al divorcio, a la creación de escuelas y de hospitales públicos y la abolición de condenas que afectaban a los no creyentes, etc.
El laicismo no es antirreligioso; por el contrario, constituye el único medio para garantizar a cada uno el respeto real a sus convicciones religiosas o filosóficas.
Definamos este término:
¿Qué es, en una primera mirada, el laicismo? Antes que nada un concepto político. Un Estado “laico”, en el sentido más amplio del término, que no privilegia ninguna religión ni concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todos, dentro de ciertos límites.
La función laica del Estado, en su prístino sentido tiene como fundamento una visión según la cual, en lo que concierne a pautas de vida, la coerción política es radicalmente ilegítima, proclamando de este modo la autonomía de la conciencia.
Algunos definen el laicismo como el “derecho que tiene el hombre a desarrollar sus facultades libre de toda influencia clerical”. Para otros, “es toda actividad humana exenta de influencia religiosa”. Se entiende también al laicismo como la doctrina que defiende la independencia de la conciencia del hombre, para emanciparlo de la imposición de criterios filosóficos, religiosos y políticos de carácter absoluto. Igualmente, se le define como el tolerante respeto por el pensamiento y la conducta individual, admitiendo, en consecuencia, la diversidad dentro de la libertad. Pero en nuestro concepto, sería una definición más completa: “Laicismo es una aspiración hacia lo verdadero, lo bello, el bien, la tendencia a adherirse a una perfección siempre más grande en el dominio de cada individuo, en la pequeña esfera de su vida, en su conducta con respecto a los seres, las cosas y las ideas”.
Etimológicamente, el término deriva de la voz griega “Laos”, que significa pueblo, de donde se deduce que el laico es aquel que no desempeña cargo eclesiástico, es decir, es el hombre del pueblo, por eso la iglesia católica usa el término laico para indicar a los que tienen la simple categoría de prosélitos o fieles.
Puede entenderse además, el concepto de laicismo como el derecho del hombre para desarrollar sus facultades libre de influencia clerical, lo que es una abierta censura al “clericalismo”, entendido como la incidencia determinante del clero en los asuntos de gobierno, la acción política y la educación.
Para el laicismo, el principio de laicidad, significa que las reglas religiosas no tienen ningún valor civil y que el brazo secular no interviene para asegurar su cumplimiento.
Una iglesia es una agrupación de personas que está regida por leyes y la iglesia católica ha reunido las suyas en un código.
Pero, el principio de laicidad tiene otro sentido más profundo, especialmente desarrollado en Europa a principios del siglo XX, y que significa que es necesario eliminar toda influencia de la religión en la creación del derecho. Una iglesia representa una fuerza social poderosa, por el número de fieles, la solidez de la agrupación, la autoridad de los jefes, la firmeza de la doctrina, la facilidad de la propaganda.
En consecuencia, basta que la regla de moral religiosa pueda revestir la forma jurídica para que la fuerza de la creencia religiosa se imponga a todos.
Esta ideología laica se denomina “anticlericalismo”. Pero la expresión disimula su sentido. No se trata solamente de resistir al poder de los clérigos, sino de destruir en los espíritus el sentimiento religioso o por lo menos reducirlo a una creencia personal sin fuerza social.
El anticlericalismo tiene una segunda etapa, que se revela tras el raspado, pero llevado todavía más lejos, la destrucción de la iglesia aparece como el objetivo más hondo, y ella misma conduce al objetivo supremo: la destrucción de la idea.
En nuestro país, en verdad el laicismo es una de esas nociones que, sometida a varios rasguños, hacen aparecer sentidos progresivos; así, la laicidad, no es una concepción, sino un hecho, una situación dada, correspondiendo a un estado de espíritu, el laicismo.
SENTIR DEMOCRATICO Y TOLERANTE
En un primer sentido, la idea laica se presenta como sinónimo de neutralidad tolerante, hasta benévola en materia religiosa, y es, por tanto, un sentir en que la democracia y la tolerancia adquieren su máxima expresión, no condena ninguna idea o sentimiento religioso y combate con fuerza al intolerante que intenta imponer su idea perturbando la libertad de conciencia de los demás.
Para lo que así creían, la pérdida de Roma y del poder temporal de los Papas, significaba también el canto de agonía para la religión misma. Para todos, el mito del Progreso aparecía como gran Certidumbre: la Ciencia destruiría la impostura.
Algunos, llegaron a rechazar la fe en lo sobrenatural y a negar la divinidad de Cristo y veían a la religión como una transición, destinada a preparar el camino de la futura religión del Progreso, a la cual le esperaba un maravilloso porvenir, en el que el hombre sería liberado por fin de sus cadenas, creencia de una pureza de intención igual a su ceguera crítica.
El laico no es un creyente ni un antirreligioso. La religiosidad es un sentir humano y debe ser respetada. Gran parte de los seres sienten la religiosidad; otros han llegado a la conclusión que Dios no existe, las dificultades comienzan cuando las organizaciones religiosas se arrogan la verdad y aparecen los fanáticos que cegados por el dogma combaten con dureza a todos los que se oponen a sus designios infalibles.
Si entre los preceptos de nuestra Constitución hay alguno que implique desconocimiento de los derechos de los católicos para la profesión de sus ideas y práctica de sus principios, hay que cambiarlo.
Una razón de orden general, y apuntada, lo impone así: que no puede ser el católico de peor condición que el mahometano, que el budista, que el protestante. A todos, por igual, hay que reconocerles el derecho a la libre profesión de sus creencias, y opiniones en materia religiosa.
En su fundamento, laicismo es sentir democrático y tolerante, pues no combate ninguna idea o sentimiento religioso, los respeta y los deja al dominio exclusivo de las conciencias; pero si, señala el peligro que significa la intolerancia religiosa, combatiéndola, porque ésta, muchas veces, en situación privilegiada, especula con las conciencias timoratas y crea un estado dentro de otro estado.
Concluyo que el laicismo involucra la idea de libre examen, el derecho que tiene el hombre de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades. Es la rebelión de la razón ante imposición del dogma.
Porque el dogma se ha valido de la ignorancia para precipitar a la humanidad en el abismo de lo sobrenatural, conduciéndola y subordinándola a sus propios intereses.
CONTENDO ETICO
Mis muy queridas amigas y amigos:
Quiero expresar mis sentimientos sobre este tan importante contenido ético.
Pienso, siento, exalto el valor del laicismo, que es consustancial a la liberad de espíritu. Propugno el libre examen, el derecho que tiene todo ser de conocer, analizar y sacar conclusiones según sus propias facultades, lo que es la rebelión de la razón ante la imposición del dogma.
Siento que el ideal de libertad es laico, porque le da a cada uno la posibilidad de seguir y profesar las ideas que su propia razón le dicta.
Que el ideal de igualdad es laico, porque la razón rechaza toda clasificación de los hombres en categorías que no sean las de la inteligencia, la de la capacidad de trabajo, la del valor moral, categorías establecidas por la razón.
Vivo el ideal de Fraternidad que es laico, porque significa la aceptación de la libertad ajena y de la igualdad de los demás respecto de uno mismo.
Vivo el ideal laico que es espíritu de progreso, de curiosidad que va siempre a la vanguardia, porque él no es retenido por traba alguna, no existe un objeto tabú, ni una ignorancia digna de veneración; todo es materia de estudio, de búsqueda, de profundización. El ideal laico permite a los hombres sondear cada vez más profundo en lo desconocido y hacer descubrimientos útiles a la Ciencia y a la Humanidad.
El laicismo me fija el deber de combatir la bajeza, la vulgaridad y de dispensar a todos, sin exceptuar a los desheredados, las emociones estéticas más delicadas y puras. Y me exige levantar al pueblo hacia el arte y no el arte bajado hasta el pueblo.
El laicismo me ofrece mi desarrollo cultural, psíquico y moral, basado en la libertad de pensamiento y me plantea como hombre del ideal, para mi salud espiritual, el deber de practicar el arte real, el trabajo de pensar con el propósito de buscar la verdad rechazando la fácil formula de aceptar verdades ajenas, porque pueden ser dogmas que harían de mí, ser esclavo del ser de otros hombres, desperdiciando así la opción que me ofrece la vida para mi realización.
Expreso, con fervor interior, que soy laico y que venero los principios de libertad, igualdad y fraternidad y todos aquellos que hacen al hombre mis hermanos y me permite caminar junto a ellos el camino de la libertad del espíritu, conjugando el libre examen como derecho inalienable del hombre.
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